
Paqarina
Un concepto del pensar incaico trascendente para determinar la aparición de las etnias en el territorio andino, es el de paqarina. Es una voz quechua que precisa el lugar por donde surgieron las comunidades indígenas en el territorio andino. La palabra pasó desapercibida, incluso, casi olvidada en su esencia. El pensamiento indígena la vincula con un lugar o un accidente geográfico o con un animal o algún elemento del mundo natural de los incas, en donde se produjo el origen de las etnias primigenias. También, acoge el lugar donde retorna del indígena cuando fallece. Por lo tanto, la noción de paqarina se asocia al origen del antepasado primigenio y es el lugar de descanso del indígena a su muerte. Vida y muerte ambas se encuentran en la paqarina.
En este post describimos el extenso concepto de la paqarina y exponemos los criterios de cronistas, historiadores e investigadores que la vinculan como una explicación del más allá incaico, es decir, lo que sobreviene al indígena después de la muerte.
Índice
1. La paqarina según Garcilaso de la Vega
La paqarina es mencionada por casi todos los cronistas. Según Garcilaso de la Vega, I. (1985: 34, 76), los indígenas se sienten honrados por haberse originado de una fuente, un río, un lago o del mar; también, de algún animal, como un oso, el puma, el tigre; incluye aves como el cóndor o el halcón; algún pez; incluso de algún accidente geográfico como una sierra, un monte, risco o caverna.
Cuenta que los collas presumían proceder de diversas paqarinas: algunos relatan que sus primeros padres salieron de las aguas del Titicaca, por lo que estimaban al lago como una madre sagrada objeto de adoración y sacrificios. Otros decían provenir de un gran manantial por donde salió su primer antecesor.
En otros pueblos decían que sus antecesores habían salido por las cuevas y resquicios de unos grandes riscos. Otra gente, contaban haber salido de un río al cual veneraban, era tan grande la estima, que castigaban al que cazaba sus peces, los valoraban como si fueran sus hermanos.
Todos los entes y elementos de la naturaleza nombrados son las paqarinas o lugares donde se originan las distintas etnias que poblaron el antiguo Perú.
Según el pensamiento incaico, las paqarinas son consideradas como huacas o lugares sagrados y, en su tiempo, les ofrendaban sacrificios en recuerdo del origen de sus antepasados.
2. Definición de la paqarina
Según el Diccionario de la Academia Mayor de la Lengua Quechua D.A.M.L.Q. (2005) la voz paqaric significa:
“que aparece, se origina, crea o nace de algo o de alguien”.
El vocabulario de Diego Gonçález Holguín registra paccarichik como el que da principio a alguna cosa y paccarichik machu chauchu, o hurutmi, como el principio del linaje.
Ludovico Bertonio anota en aimara la palabra pacaritha como nacer y pacarini como el lugar donde uno nació.
Queda claro que ambos lexicógrafos coinciden que el concepto señala el principio de un linaje o el lugar de nacimiento.
3. El mito de Viracocha y la paqarina
En el libro El mito de Viracocha de Sáenz, O. (2021a) (ver aquí) narran que la paqarina se genera en Paqaric Tampu o el tambo del amanecer, esto es, el lugar por donde apareció Manco Cápac y sus hermanos, sin embargo, la noción es antiquísima y tiene un origen mítico. Se genera cuando Viracocha surge del Titicaca, por eso, el lago es la paqarina y génesis del origen del dios y de las futuras paqarinas del Mundo Bajo o terrenal.
La paqarina cumple con una norma del Kybalión: el principio de correspondencia, es decir, si el dios se origina por una paqarina, idéntico origen tendrá su creación.
Cuando Viracocha aparece en el lago Titicaca, se traslada a la isla del Sol, y allí crea el sol, la luna y las estrellas, de manera que, los astros del Mundo Alto o celestial tienen por paqarina el lago mítico. Siguiendo la norma, el mito indica que Viracocha diseñó en piedra al género incaico y por último esculpe a Manco Cápac y Mama Ocllo con sus hermanos. Los ocho hermanos son convocados por el Sol y arrogados como hijos. Terminado el suceso, Viracocha ordena a las cuatro parejas sumirse en tierra, así la Pachamama, es la portadora de la etnia incaica hasta su aparición en Paqaric Tampu o el tambo del amanecer y salen por una cueva del cerro Tampu T´tocco, que es la paqarina de los incas.
Idéntica fórmula se aplica para la etnia indígena, en efecto, cuando Viracocha ordena sumir en tierra a la segunda creación de gente, éstas aparecieron por: cuevas, ríos, fuentes, lagunas, cerros, árboles, etc., todas son paqarinas, conforman así el Mundo Bajo como una gran paqarina. A futuro, la paqarina será el origen de los indígenas y de las provincias desarrolladas en aquellos tiempos.
4. La paqarina según Cieza de León
Pero la voz paqarina no solo designa el sitio de origen de la gente: también es el lugar donde retornan los difuntos al final de su vida terrenal. De modo que tiene doble significado: como lugar de origen y como fin de la vida indígena. Cuenta Cieza de León, P. (2005: Cap. XCVII, 250) que al fallecer un indígena iba con rumbo a un gran lago que había sido su origen. Cuando Cieza señala un lago, se refiere a una paqarina.
En efecto, cuando el indígena fallece retorna a su paqarina, pero no podemos sino preguntarnos ¿Para qué vuelve a su paqarina?
En el mundo incaico existe un estado de vida oscuro, oculto, secreto, antes de nacer y después de morir, cuya explicación la hallamos en el mito de Viracocha y está relacionado con la muerte. No existen datos escritos por los cronistas que expliquen el acaecer de la muerte, ni su significado, ni su sentimiento; ningún cronista explica qué sucede con el indígena después de fallecer, ni cómo se comportaba en el más allá.
5. Viracocha y su vínculo con la muerte
El libro El mito de Viracocha de Oscar Sáenz (ver aquí), explica el pensar incaico ante el devenir de la muerte. El indígena asocia la muerte con la oscuridad y lo patenta en el hijo de Viracocha de nombre Tawapaka, que encarna el ingreso del Sol en la oscuridad. Previo a la muerte del Sol, ingresa en un estado oscuro, secreto, a la espera de retornar a una nueva vida. Tras el ocaso del sol siempre retornará después de transitar por una fase oscura. Por el principio de correspondencia, lo mismo sucederá con el indígena, es decir, entrará en un estado oscuro, como Tawapaka, para después retornar.
Tuvo razón Garcilaso de la Vega, I. (1985: 58) al decir que los indígenas eran muy celosos de sus cuerpos, sus uñas, sus cabellos, etc. Los protegían colocándolos en alguna rendija de la casa, en efecto, el indígena sabía que después de morir volvería a vivir, pero, para que ocurra, era necesario tener completo todo el cuerpo: conservar su piel, sus huesos, sus cabellos, sus uñas y, de ser posible, hasta escupían en un solo lugar. Explicación que sustenta la momificación de los cuerpos. Sin embargo, el cronista inca confunde el relato con la resurrección de las ánimas, idea cristiana, no se trata de resucitar, sino de retornar, como lo explica la cita:
Muchas vezes (por ver lo que dezían) pregunté a diversos indios y en diversos tiempos para qué hazían todo aquello, y todos me respondían unas mismas palabras, diziendo: “Sábete que todos los que hemos nascido hemos de bolver a vivir en el mundo […] y las ánimas se han de levantar de las sepulturas con todo lo que fue de sus cuerpos”. Garcilaso de la Vega, I. (1985: 58).
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6. Evidencia que sustenta el trance de la muerte
Para sustentar nuestro parecer acerca del pensar incaico ante el drama de la muerte, escogimos algunos comentarios expresados por cronistas e investigadores modernos.
Prestemos atención a lo siguiente:
6.1. Según narra Pachacuti Yamqui, S. J. (1993), en cierta ocasión cuando terminaba de celebrarse la fiesta del Cápac Raymi o fiesta real o del Señor, mientras iba atardeciendo y conforme entraba la noche, los indígenas se retiraban diciendo:
“¡O que presto se acabavá la fiesta y agora nos queda sólo la muerte pues que la muerte lo a de llegar como agora los anochesse, sueño ymajen de muerte!” (209).
Obsérvese que la muerte está asociada con la oscuridad, es el lado oscuro de Viracocha. Es el sol oscuro o Tawapaka reinando.
6.2. Cuando don Francisco López de Gómara (citado en Garcilaso de la Vega, I. 1985: 58) describe a los españoles profanando las tumbas indígenas y dispersando sus huesos a la búsqueda de oro, relata que les suplicaban para que no procedieran de esa manera, porque los restos de su familia debían estar juntos para al instante del retorno. F. de Gómara, al igual que Garcilaso y Cieza, menciona la creencia indígena en la resurrección de las almas.
6.3. Otro suceso ocurrido en Cajamarca relata la captura y prisión de Atahuallpa. Previo a su ejecución aconteció una apostasía: a pesar de que el inca rendía culto solar, en vísperas de su muerte renuncia a sus creencias religiosas y prefiere ser bautizado, aceptando el catolicismo como religión. No tenía otra finalidad que librarse de la hoguera. En realidad, Atahuallpa sabía que el fuego destruiría su cuerpo, la reducción a cenizas, según su religión, no le permitiría retornar jamás. Pedro Pizarro (citado en Valcárcel, L. 1964: T. 2, 207) escuchó poco antes de la ejecución de Atahuallpa cómo instruía a su gente diciendo que, si no lo quemaban, aunque muriera, volvería. Pizarro confunde también retornar con resucitar.
6.4. Otra razón que justifica el pensamiento indígena ante la muerte es la ofensa cometida por el general Chalcuchimac a la momia de Túpac Inca Yupanqui. Cuando la quemó, destruyó el cuerpo e impidió que la creencia de retornar hiciera valer su designio y su efecto. Como paradoja, el general de Atahuallpa fue quemado vivo por Manco Inca Yupanqui, vengando así, el hecho funesto ocurrido a su antepasado.
6.5. Girard, R. (1976) relata un hábito funerario panamericano practicado por los indígenas en sus rituales de entierro. Dice que solían colocar el cadáver con los pies hacia el oeste y la cabeza en dirección al este. El simbolismo de tal costumbre es evidente: los pies al oeste señalan el camino del difunto hacia el mar del océano Pacífico, que es el ocaso del sol, es la entrada del sol en la oscuridad que simboliza su muerte. A su vez, la cabeza hacia el este señala el lugar donde amanece el sol, luego simboliza el retorno del sol y del indígena a la vida.
6.6. Valcárcel, L. (1964) narra un pasaje del padre Gregorio García relatado en su libro titulado Predicación del Evangelio en el Nuevo Mundo, viviendo los apóstoles. El suceso aconteció durante el reinado del Inca Pachacútec, después de concluido el combate y salir victorioso en la batalla contra los collas, ordenó a su milicia juntar los cadáveres de los caídos en combate. Los incas tuvieron mucho respeto en depositar los cuerpos de sus difuntos con esta frase:
“Acabado este mundo, nos habemos de levantar todas las gentes con vida nueva y con esta misma carne como ahora somos”. (T. 3, 536).
Es el pensamiento incaico ante la muerte: vida nueva con los mismos cuerpos.
6.7. Un fragmento del sermón del domingo de resurrección emitido por el Dr. Dávila describe un relato ilustrativo cuando en su admonición toca el tema de las creencias indígenas después de la muerte.
Prestémosle atención:
“[…] y vosotros los indios, que soléis decir entre vuestros engaños esto. En muriendo uno, todavía por cinco días se está su alma en la casa que murió, y así le dais a comer, echando en el fuego maíz molido, fingiendo que aquello come, y llorándole a la noche, y al fin del quinto día, cuando se va a poner el sol, vuestro mal sacerdote, o engañador, os engaña, y hace creer mirando donde se pone el sol, diciendo: mira, cata allí, donde va la ánima de tu padre, o de tu marido, ¿no la ves? Cátala allí. Siendo todo mentira, y hablando en vano lo que no es y soléis traer sobre el fuego la ropa del difunto, todo esto es burla y hablar al aire”. Valcárcel, L. (1964: T. 2, 205).
La cita anterior ilustra la creencia indígena después de acaecida la muerte. Cuando Dávila relata que el sacerdote indígena solicita mirar la puesta del sol, es porque alude el camino recorrido por el difunto a su encuentro con la oscuridad, es el lugar por donde transitan y después desaparecen los tres Viracochas del mito, es el mar del océano Pacífico, extensión de agua que el difunto también tendrá que recorrer; es, en definitiva, el camino del sol al fin del día para ingresar en la oscuridad que es su muerte. La cita también revela hábitos funerarios antiguos, como que: el velatorio dura cinco días, la costumbre de alimentar a los muertos, la ropa nueva del difunto y la puesta del sol referida.
6.8. El Padre Calancha (citado en Valcárcel, L. 1964: T. 2, 207) relata una tradición rescatada de los pueblos serranos visitados, donde constató la creencia indígena de que las ánimas de los muertos iban rumbo a una tierra denominada upamarca o poblado mudo. Para llegar, debían cruzar un río por sobre un puente estrecho construido con cabellos. La marcha se cumplía con la guía y ayuda de unos perros negros. El simbolismo con el mito de Viracocha es evidente: el suceso de los tres Viracochas andando sobre las aguas del océano Pacífico y perdiéndose en el mar, de ahí la analogía con el puente de cabellos; el uso de perros negros se conjuga con el ingreso a la oscuridad.
6.9. Un hecho insólito ocurrió en el cuarto viaje de Cristóbal Colón, según refiere Sánchez, L.A. (1981: T. 1, 150-151). Tras un año de privaciones y forzados por las inclemencias, las tormentas y otras vicisitudes, tuvo lugar la sublevación de los navegantes. La falta de provisiones y la negativa indígena de otorgarlas zarandeó los ánimos de Colón y concibió una treta: sabedor del temor indígena a los eclipses ―muerte del sol o de la luna― los amenazó con enrojecer la luna y ocultarla si no cumplían con sus exigencias. Es evidente que Colón sabía que el 29 de febrero de 1504 ocurriría un eclipse lunar. Cumplida la profecía, los indígenas temieron por sus vidas y también a los poderes de Colón, y facilitaron las provisiones necesarias. Nuevamente, se asocia la oscuridad con la muerte, temor indígena conocido por los españoles desde la época de Cristóbal Colón.
6.10. Hocquenghem, A. (1989: 127-128) relata una tradición de la sierra andina: se concreta en que las almas de los indígenas fallecidos debían cruzar una extensión de agua que se encuentra en la trayectoria del ocaso del sol. El relato concuerda con el mito de Viracocha: la extensión de agua que deben transitar refiere la caminata de los Viracochas en el océano Pacífico, es el ingreso en la oscuridad, es la muerte del sol. Simboliza también su paqarina.
6.11. De Arona, J. (1974) refiere en su diccionario de peruanismos la frase sol de los muertos. Es interesante su descripción:
“Llaman sol de los muertos, a una luz repentina y como azafranada o anaranjada que arroja el sol cuando ya parecía haberse puesto. Es de corta duración; es una especie de crepúsculo; es el último bostezo del día soñoliento cayendo en brazos de la noche”. (T. 2, 358).
La definición de Juan de Arona es un provincialismo vinculado al cuarto sol o Tawapaka, el sol oscuro que representa la muerte. De ahí, la denominación sol de los muertos.
6.12. El escritor peruano Arguedas, J.M. (1987: 147), en su novela titulada Todas las sangres, rescata y describe un cántico o harawi fúnebre, entonado cuando los mineros indígenas dan sepultura a unos restos humanos hallados en un socavón minero. En las serranías peruanas es notorio que la muerte se asocia con una sombra negra. La traducción presentada es del texto original, sin corrección alguna por nuestra parte. No obstante, puesto que la traducción original en dos líneas no es la más adecuada a este contexto, la hemos acomodado por estrofas:
Quién eres, sombra, negra sombra, muerta.
Yo no sé, no sé nada de ti, ¡au! triste sombra
sin nombre, ciega, sin cabeza, sin manos;
sólo dos huesos fríos; ¡llorad!
No te conoce sino la muerte
¡A a a a! ¡U u u u!
6.13. Por último, cuando el inca Titu Cusi Yupanqui narra las peripecias sufridas por su padre Manco Inca Yupanqui ante la administración y clero español, menciona que el inca presintió cercana su muerte y convocó a sus más allegados familiares y colaboradores para decirles lo siguiente:
“Ya me parece se ba haciendo tiempo de partirme a la tierra de los Andes […]”. Cussi Yupanqui, T. (1992: 50).
Así, el inca menciona como paqarina a la cordillera de los Andes, lugar por donde retornará después de su muerte. Se trata de una opinión opuesta a la de Garcilaso, pues en sus Comentarios Reales expresa que, cuando los incas fallecían iban al cielo para reunirse con su padre, el Sol. Juicio muy cercano al cristianismo y lejano del contexto y pensar incaico.
7. Conclusión
La noción de paqarina se vincula con el origen y destino final del hombre incaico.
Después de su muerte el indígena ingresará a un estado oscuro para después retornar; por el principio de correspondencia, cuando muera, le sucederá lo mismo que al sol, es decir, retornará a una nueva vida.
En la interpretación del mito de Viracocha se manifiesta la concepción incaica de la muerte, de modo que los incas tuvieron respuesta a la pregunta esencial acerca de la trascendencia de su vida, o lo que es igual: sabían hacia dónde iban.
Nuestros antepasados creían que nunca iban a morir, que les sucedería lo mismo que al sol: nacer, crecer, decaer, morir, para luego retornar a su paqarina.
8. Referencias
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De Arona, J. (1974). Diccionario de Peruanismos. (Vol. 1 y 2). Promoción Editorial inca S.A. (PEISA).
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