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Reivindicando al cronista Pachacuti Yamqui

Reivindicando al cronista Pachacuti Yamqui

Investigadores modernos han criticado con severidad a Pachacuti Yamqui, su crónica fue hallada junto con los papeles del extirpador de idolatrías, el padre don Francisco de Ávila, se especula que hubo intervención de Ávila en el relato, perdiendo el latido incaico de su contenido. También, hallaron diversas anomalías en uno de sus dibujos, en el cual trazó aparentes símbolos cristianos (dos cruces), perdiendo veracidad. Asimismo, algunos relatos del cronista tienen evidente filiación cristiana que confunde a los estudiosos del tema.

Pensamos que las críticas no han sido lo suficientemente cautelosas y son injustas, razón por la que han derivado en interpretaciones y conclusiones en algunos casos confusas y en otros poco o nada certeras. Como resultado de todo lo anterior se ha desacreditado el contenido de la crónica con el desprestigio del cronista.

En el afán de conocer la verdad de Pachacuti Yamqui, en este post analizamos cómo se originan los criterios que terminan minando su credibilidad durante tanto tiempo.

Índice

1. Breve biografía de Pachacuti Yamqui

En las postrimerías del siglo XVI, un cronista indígena de origen collagua, escuchó desde muy pequeño relatos arcaicos de la gentilidad de esos tiempos vinculados al imperio incaico: nos referimos a Joan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamaygua.

Fue un indígena de procedencia aimara, descendiente de don Diego Felipe Condorcanqui y doña María Guayrotari, nacido en el ayllu o comunidad formada por dos mitades: Santiago del Alto Guaygua y Bajo Guaygua Chanchi de Orcosuyo, sitio ubicado entre Canas y Canchis, de la antigua y desaparecida región incaica del Collasuyo.

No poseemos reseñas sobre su educación y menos de su vida, excepto lo expresado en su crónica. Desconocemos la fecha de su nacimiento y de su muerte. Sí sabemos que fue descendiente de una noble familia aimara y que sus antepasados fueron curacas principales de los pueblos mencionados.

Sabemos también que concurrieron al tambo de Cajamarca como testigos presenciales de los inicios de la conquista, donde se declararon conversos al cristianismo y que, con el tiempo modificaron su actitud religiosa hasta transformarse en extirpadores de idolatrías, enemigos de las prácticas idólatras, hostiles a los cultos y ritos nativos, rastreadores de hechiceros, destructores de ídolos y huacas o lugares sagrados indígenas. Su vehemencia llegó incluso a castigar a los indígenas de esas provincias por ejercer idolatrías al sol y demás sortilegios reñidos con la nueva religión impuesta por los españoles.

2. Datos de la crónica de Pachacuti Yamqui

Pachacuti Yamqui, motu proprio, reconoce, acepta y vive según los preceptos de la iglesia católica. No obstante, siendo niño escuchó y asimiló las historias del tiempo de los incas, para luego escribir una crónica titulada Relación de Antigüedades deste Reyno del Piru. La obra narra la historia de los incas, incluye un dibujo donde bosqueja diversos símbolos encajándolos en el interior de un retablo que simula ser el templo Coricancha (ver dibujo abajo).

Destaca entre los símbolos la imagen de Viracocha (ver post de Viracocha aquí) porque lo presenta como el principal dios de los incas, afirmación contradictoria con lo señalado en la historia del antiguo Perú: siempre transmitió que la principal divinidad fue el Inti o Sol.

Si examinamos el dibujo con detenimiento, percibimos que Viracocha fue un dios muy importante para Pachacuti Yamqui, porque lo representa plásticamente como un inmenso óvalo y lo ubica ocupando un lugar preponderante en el folio de su elaboración. La imagen se encuentra escoltada a la derecha por el Inti o Sol y a la izquierda por la Killa o Luna, y a su alrededor lo circundan diversas estrellas; una disposición en el cosmos evocadora de la jerarquía y trascendencia del misterioso dios incaico. (si deseas conocer el significado del dibujo haz clic aquí).

Su crónica no fue editada, estuvo archivada en España por más de dos siglos y medio (desde 1613), aunque desconocemos las razones de tal displicencia. Fue encontrada, traducida al inglés y editada por primera vez por Clements R. Markham, en Londres, allá por el año 1873. Pocos años después, Marcos Jiménez de la Espada la publicó en 1879, en Madrid. La crónica fue incluida en un libro titulado Tres relaciones de antigüedades peruanas, cuyo contenido incluye en conjunto tres crónicas, la última de las cuales incumbe a Pachacuti Yamqui.

El libro incorpora una carta introductoria escrita por Jiménez de la Espada, M. (1879: XLIV). El erudito español refiere que la crónica fue hallada en un tomo cuya relación contenía los manuscritos de Francisco de Ávila. Dicho volumen fue parte de la colección de la biblioteca personal del padre Florez, de quien se desconoce cómo llegó a poseerla. Hoy se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid.

3. La relación de Pachacuti Yamqui con Francisco de Ávila

Una pista de esta relación aparece cuando Marcos Jiménez reseña la crónica de Pachacuti Yamqui, señala como una posible fecha de su escritura el año 1613, tal como lo explica en la siguiente cita:

“La circunstancia de encontrarse junto con otros MSS. [manuscritos] del Dr. Francisco de Ávila, y anotado además por el sabio visitador, sobre abonar su interés, nos presta alguna luz acerca de la fecha en que debió escribirse, y que yo pongo no lejos de los años de 1613, en que el P. de Ávila terminaba de su puño un extracto de la serie genealógica de los incas, según los comentarios de Garcilaso de la Vega, y comenzaba la primera de las visitas que le encargó el arzobispo de Los Reyes […]”. Jiménez de la Espada, M. (1879: XLIV).

El cronista ha sido muy cuestionado por los intelectuales modernos, la pesadilla de Pachacuti Yamqui comenzó allá por 1927 por los comentarios tendenciosos escritos por Roberto Lehmann.

Lehmann, R. (1927), en su monografía titulada Coricancha. El templo del sol en el Cuzco y las imágenes de su altar mayor, atribuye de manera tenaz al extirpador don Francisco de Ávila intrusiones en los manuscritos de Pachacuti, puesto que la crónica fue descubierta junto con los escritos del extirpador formando un códice: el 3169 de la Biblioteca Nacional de Madrid. Como consecuencia de tal hallazgo, Lehmann señala una expresa manipulación de la crónica y del dibujo, pero no explica cómo se originaron las alteraciones introducidas ni si los cambios la desnaturalizaron. Tampoco revela cuál fue el fin que se obtuvo con ello; todo es una cuestión sin ninguna respuesta para Lehmann, que se limitó a acusar sin nunca fundamentar las razones que lo inclinaban a pensar así.

Sin embargo, la opinión maltrató la credibilidad de la crónica y, por ende, perjudicó la imagen del cronista collagua.

A nuestro entender, hubo cierta confusión en la comprensión de Lehmann. La cita aludida anteriormente nos ayuda a aclarar el tema cuando dice:

“La circunstancia de encontrarse junto con otros MSS. [manuscritos] del Dr. Francisco de Ávila, y anotado además por el sabio visitador, sobre abonar su interés […]”.

La cita en cuestión revela tres asuntos:

1) Indica que la crónica de Pachacuti estaba incluida junto con los manuscritos de Ávila.

2) Dice que la crónica de Pachacuti contenía anotaciones de Ávila y

3) Manifiesta un real interés de Ávila por participar en lo escrito por Pachacuti.

El tercer asunto revela por qué Lehmann atribuye alteraciones a la crónica de Pachacuti, sin embargo, Jiménez de la Espada aclara el enredo cuando narra cierto hábito del padre Ávila de traducir escritos originales quechuas de tradiciones indígenas sin nombrar a sus autores, tal como ocurrió con el manuscrito de Huarochirí.

A tal respecto Jiménez dice:

“[…] pues de su contenido viene á resultar que Francisco de Ávila no lo escribía todo de su cosecha, sino que traducía, adicionándolo é ilustrándolo con propias observaciones, un texto original recogido de personas que habían vivido en los errores y ritos de la gentilidad peruana […]”. (1879: XLIV, XXXV).

La cita delata al padre Ávila. Su condición de prelado le permitía solicitar u ordenar escribir a los indígenas feligreses acerca de sus antiguas tradiciones. Terminados los escritos, eran cedidos al extirpador, entonces los traducía, editaba y presentaba como propios olvidándose de nombrar al autor.

Una de sus víctimas fue el cronista Pachacuti Yamqui. Al parecer, Ávila se adjudicó sus textos pensando traducirlos y editarlos, razón por la que los escritos de Pachacuti Yamqui se hallaban en su poder. Jiménez de la Espada descubrió la felonía en los manuscritos de Huarochirí de Ávila y lo delató: Ávila, al ser natural del Cuzco, conocía el quechua y podía traducirlos fácilmente.

Por otro lado, Lehmann no leyó completo o ignoró el contenido introductorio de Jiménez de la Espada.

Siendo distinta la realidad de los hechos y por las razones expuestas, levantamos los cargos en contra de Pachacuti Yamqui por la infamia sufrida durante tanto tiempo.

4. Las críticas de Lehman a la crónica de Pachacuti Yamqui

Pero lo anterior no fue el único problema asumido post mortem de Pachacuti. Algunos estudiosos del dibujo señalan la inclusión de un par de símbolos vinculados con la religión católica, porque aparentemente muestra dos cruces cristianas: una en el pináculo del retablo (ver dibujo) conformada por cinco estrellas, y la otra, por la unión intencional de cuatro estrellas (en el medio) formando una cruz con el nombre de Chakana en general. Además, cuando los estudiosos analizaron las imágenes, hallaron ciertas incoherencias en algunos escritos y símbolos que perjudicaban la crónica.

Nos preguntamos: ¿Tendrán razón los investigadores o será otra patraña más?

No todo está en contra de Pachacuti Yamqui. También hubo un error de larga data originado en la monografía de Lehmann que se ha mantenido de modo incesante en el tiempo y ha sido arrastrado por los investigadores modernos. El error se presentó por una opinión superficial expresada en dicha monografía cuando indica que el dibujo de Pachacuti estaba colocado en la pared principal o testero del templo Coricancha. Hemos leído varias veces la crónica de Pachacuti y no dice lo que dicen que dice. Hasta donde hemos podido indagar, la crónica no expresa tal versión. Una vez más, todo el embrollo se origina en la monografía de Lehmann, R. (1927) cuando expresa lo siguiente:

“Entre los documentos más importantes sobre el templo del sol y especialmente su altar mayor, hay uno que fue publicado ha cincuenta años, pero no reconocido en su importancia fundamental: la Relación del yamqui don Joan de Santacruz Pachacuti, con datos breves sobre el edificio del templo y con un dibujo de su altar mayor”. (56). (el subrayado es nuestro).

La cita señala que el dibujo de Pachacuti está representado en el altar mayor del templo Coricancha. Por las crónicas entendemos que en dicho altar los incas colocaron la imagen del Sol, criterio avalado en la narración de diversos cronistas. Sin embargo, Lehmann asume la presencia de otras imágenes en el altar al expresar lo siguiente:

“La relación del yamqui don Joan de Santacruz Pachacuti, va a revelar entonces que en aquella pared había todavía muchas otras imágenes y representaciones […]” Ibid. (1957:56).

Estamos pues ante una interpretación errónea de Lehmann.

Pero:

¿Cómo obtiene la información de que el dibujo de Pachacuti representa el altar mayor del templo Coricancha?

En la monografía hallamos la respuesta. Lehmann leyó una carta de Jiménez de la Espada y halló dos comentarios declarados en el Congrés International des Américanistes celebrado en Bruselas en 1879, donde Jiménez dejó escrito lo que sigue:

“[en un] «dibujo a pluma», «figura un testero [pared] del gran templo del Cuzco, donde están representados los astros y meteoros [sic] adorados por los súbditos de los incas»” (58).

Finalmente, concluye Lehmann:

“Todos los autores posteriores [a Jiménez] que se han ocupado de la lámina de Pachacuti no se han dado cuenta de que representa el «testero» del templo del Sol […]” (58).

De modo que la causa que originó la opinión de Lehmann fue un antiguo comentario de Jiménez de la Espada asumido como cierto por R. Lehmann y persistido como tal por los investigadores modernos basados en los comentarios de Lehmann.

Nuestra opinión es contraria a Jiménez y Lehmann por varios motivos:

1) La crónica de Pachacuti Yamqui no expresa la opinión revelada por Jiménez de la Espada; en todo caso, es una opinión personal de lo que Jiménez creyó, sin ningún sustento en la crónica.

2) Cuando Pachacuti Yamqui narra el contexto en que incluyó su dibujo, fue en el gobierno de Mayta Cápac. Ante la cercanía de la fiesta del Cápac Raymi o fiesta del Señor, el soberano reedificó el templo Inticancha y ordenó renovar la plancha u óvalo de Viracocha fijándola en el mismo sitio donde estuvo.

Luego el cronista dice:

“[…] y en toda la redonda o rrededor de la plancha dicen que puso [desta manera] que allá detrás los pondré para que los vea lo que «aquellos» gentiles”.

La frase [desta manera] ha sido tachada y no se incluyó en el texto, excepto por la nota (3) al pie de página que dice: “Tachado: desta manera”. Al parecer, Pachacuti pensó incluir en ese espacio el dibujo, pero luego se rectificó para colocarlo más adelante. No menciona alguna pared ni menciona dibujo alguno en el altar mayor del templo.

En el supuesto de que el dibujo pertenezca a la época de Mayta Cápac y que así permaneciera hasta la llegada de los españoles, estaríamos aceptando que Mayta Cápac (4.° soberano) conocía que el mundo era redondo, tal como lo dibuja Pachacuti. Tomando en cuenta otro aspecto: en la parte baja del dibujo, Pachacuti trazó un rectángulo y lo cuadriculó en pequeños cuadrados, símbolo de la qollqa o almacén, que no existían aún en la época de Mayta Cápac, sino que fueron creadas por el inca Pachacútec (9.° inca), de manera que ambos absurdos echan por tierra cualquier presunción de que hubiera alguna plancha con las imágenes del dibujo en el altar mayor del templo y de que perteneciera a la época de Mayta Cápac.

3) Un argumento adicional es la descripción del templo Coricancha. Garcilaso de la Vega describe la existencia de seis aposentos: del sol, de la luna, de las estrellas, de Illapa y de Cuychi o el arcoíris; y el último, del sumo sacerdote. Todos los aposentos, excepto el del sacerdote, están representados en el dibujo de Pachacuti, pero con imágenes, como dándonos a entender que su dibujo es una síntesis de lo que albergaba el templo. En nuestra opinión, no tiene ningún sustento la declaración de Jiménez de la Espada, que presumimos fue una expresión muy personal, sin ningún fundamento histórico ni mítico que avale tal opinión, error que Lehmann asumió por cierto y se propagó como innegable en épocas modernas.

5. El óvalo de Viracocha

Entrando en otro tema: cuando observamos el dibujo de Pachacuti Yamqui, salta a la vista el gran óvalo que representa al dios Viracocha; no obstante, y en contra de lo que muestra el dibujo, los cronistas hicieron la descripción del dios a partir del relato de sus fuentes, dando como resultado la imagen de una deidad creadora, hacedora, ordenadora y bienhechora del mundo incaico; otros lo detallan como un ser humano con cabello corto, barbas crecidas y vistiendo una túnica larga hasta los pies.

Entonces, nos preguntamos:

¿Qué tiene que ver todo eso con el óvalo? Ningún cronista lo describe así, salvo Pachacuti Yamqui. ¿Por qué lo dibuja así? ¿Cuál es el significado del óvalo?

Además, el óvalo está acompañado por una veintena de imágenes y diversos escritos. Algunas de ellas son fácilmente comprensibles como el Sol o Inti y la Luna o Killa; pero de otras obtenemos una identidad confusa, como los ojos de ymaymana y las constelaciones que lo rodean, tal como puede apreciarse en la ilustración anexada líneas arriba.

A pesar de los deslices creados en su contra y de ciertos absurdos hallados en su crónica, el óvalo de Viracocha y el dibujo de Pachacuti Yamqui dejaron de ser un enigma incaico sin resolver, su significado ya no es un misterio. En nuestro libro Viracocha el sol de soles (ver aquí) desciframos el enigma del óvalo y de cada una de las imágenes que lo escoltan para después interpretarlo.

El lector hallará en el libro una explicación muy sustentada del dibujo y una interpretación que tiene como fundamento las crónicas, los estudios etnográficos, hallazgos arqueológicos y estudios modernos como herramientas históricas. El libro revela una historia distinta a la que hemos aprendido.

6. Conclusiones

1) La crónica de Pachacuti Yamqui es un documento original que proviene de los recuerdos memorizados por tradición familiar del cronista.

2) No existe evidencia que sus escritos hayan sido corregidos por el padre Francisco de Ávila.

3) El dibujo de Pachacuti Yamqui no representa los símbolos que había en el testero del aposento del Sol del templo Inticancha, por lo tanto, no podemos seguir difundiendo dicha opinión como cierta.

4) Respecto al significado de los símbolos de las dos cruces, del óvalo de Viracocha y demás figuras del dibujo del cronista, por ser un tema tan extenso, los remitimos al libro Viracocha el sol de soles de la referencia (o ver aquí). El lector encontrará la explicación de cada uno de los símbolos que, a nuestro entender, representan una genuina expresión incaica no reconocida hasta ahora.

5) Levantamos todas las críticas en contra de la crónica de Joan de Santacruz Pachacuti Yamqui por carecer de fundamento.

7. Referencias

Jiménez de la Espada, M. (1879). Tres relaciones de antigüedades peruanas. (1879 ed.). Ministerio de Fomento. España.

Lehmann, R. (1927). Coricancha – El templo del sol en el Cuzco y las imágenes de su altar mayor. Argentina.

Pachacuti Yamqui, S. J. (1993). Relación de antigüedades deste Reyno del Pirú. (Con edición facsimilar del códice de Madrid. Edición de César Itier, estudio y comentario histórico de Pierre Duviols, estudio, comentario lingüistico y edición de César Itier ed.). Madrid, España: Instituto Francés de Estudios Andinos – Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas.

Sáenz, O. (2021). Viracocha el sol de soles. 1ra. Edición. Lima, Perú.